“Es que amamos demasiado la vida para aceptar la muerte”

Victorio V. Suárez, escritor y periodista, acaba de ganar el Premio de poesía “Hérib Campos Cervera”, con su poemario “Delante de la oscuridad (El libro de la muerte)”.




Sumido en un momento muy especial de su vida, el escritor y periodista Victorio V. Suárez disfruta del Premio de poesía Hérib Campos Cervera, que ganó días atrás con su obra “Delante de la oscuridad (El libro de la muerte”. El galardón está dotado de 8.000.000 de guaraníes como recompensa.

–¿Qué representa este premio para vos?
El reconocimiento siempre es importante para un escritor, en este caso para mí, llevando en cuenta que se trata de un premio en homenaje a uno de los grandes poetas paraguayos cuyo trabajo marca, con otros integrantes de la generación del 40, la ruptura con el modernismo tardío. Y es más, Hérib fue un gran combatiente: poeta social, humanista preocupado por la suerte de su pueblo.

–Háblame de este libro con un nombre tan sugestivo...
“Delante de la oscuridad” (El libro de la muerte) probablemente surge después de reflexionar sobre unos dibujos de Ramón Rojas Veia (Rojitas), quien había decidido partir hacia la eternidad. Sus obras me demostraron no solamente la preparación hacia la otra orilla, sino también la manera en que uno puede estar delante de la muerte. Una cuestión que había llamado la atención de mi amigo Genaro Riera Hunter es el título. El poemario está dividido en varios capítulos. Contemplación, reivindicación de la muerte, de nuestra muerte cotidiana y de aquella verdadera que rompe los hilos y nos conduce hacia la nada donde supongo, brilla la verdadera, la última y eterna esencia del ser humano. En el libro se habla sin miedo al encarar la muerte. Se dialoga y muchas veces exhibiendo lazos de comprensión y solidaridad hacia ella. Es que amamos demasiado la vida para aceptar la muerte, sin embargo, en esa negrura total, en el misterio, es probable que se encuentre arrullada la luz que enseña los caminos hacia Dios. “Delante de la oscuridad” señala los perfiles de la muerte, las caras que van apareciendo de lo desconocido, es una invocación profunda. Pero es en el capítulo final, “Vidriera de difuntos”, donde surgen poemas que invocan a célebres muertos, aparecen además cantos de agonías, esperanzas, protestas a causa de una sociedad cada día más maniatada por la inescrupulosidad, la corrupción, los políticos basura y las grandes injusticias sociales y económicas. A veces uno reniega de la patria y se vuelve apóstata, utópico incurable que sólo busca ver un mundo mejor.

–¿En qué momento de tu vida lo escribiste? ¿Estabas pasando por alguna situación especial?
Se podría hablar de momentos especiales, cuando uno alcanza los 50 y va pasando el tiempo, la idea de la muerte se acrecienta. El Bardo Thodol, o el libro tibetano de los muertos, como así también el libro egipcio de los muertos me enseñaron muchas cosas. La idea del desprendimiento, la ansiedad contenida y la espera, especialmente cuando llega el momento en que uno cree que verdaderamente va a morir. Y es algo que nos ocurrirá a todos. Con ella se cumple lo que la ley promete y no pone en práctica: la igualdad de los hombres, la muerte traga a todos por igual, tal como afirmaba un escritor italiano.

–¿Qué lugar ocupa la poesía para vos?
Alguien podría pensar que soy tonto, pero sigo sosteniendo que la poesía ocupa toda mi vida. La poesía no es el lloriqueo pasatista y timorato, se trata de un compromiso, en esto recuerdo a José Luis Appleyard, quien más de una vez me dijo: “El que llega a la poesía fermenta allí, ya no puede dejar. Al fin y al cabo, sarna con gusto no pica”…y se reía de manera paternal. Me identifico más con la poesía que con cualquier otro género de la literatura. La poesía es todo, es mi esencia, la esencia humana, la voz, la palabra, la comunicación, el estado de soledad, de tristeza y alegría. Y José Luis tuvo razón: ya no lograré desprenderme de ella.

–¿Y la narrativa?
La narrativa sin sustento poético me parece como una comida sin sal. Los grandes escritores hispanoamericanos dieron muestras de calidad poética y narrativa en sus obras: Roa, Rulfo, García Márquez, Borges, Asturias, Cortazar, Fuentes, solo por citar algunos. En ese sentido, lo que hago narrando lo hago también poetizando. Siempre escribí cuentos y ahora me animé a apuntar hacia la novelística corta, tengo obras terminadas que con alguna corrección irán apareciendo probablemente, pero me siento más poeta que narrador, eso es en definitiva mi verdad.

LA BELLA CANDE
–Acabo de terminar de leer tu obra, “Varadero, el burdel de ña Candé”. Es un fresco de época y de la Asunción antigua. ¿Cómo surgió la idea de escribir la novela?
“Varadero, el burdel de ña Candé” es un trabajo que surge entre retrocesos temporales de mi memoria. Varadero, un lugar emblemático de filibusteros, prostitutas, contrabandistas, marineros, canoeros y gente de toda laya llegando desde el río. Viví ese tiempo de turbulencias nítidas y fui grabando las características de muchos personajes que marcaron época, con la novela vuelven a recuperar sus espacios, vuelven a ser seres de carne y huesos, aunque gran parte de ese segmento ya está muerto. Vivieron entre “penurias y fatigas”, pero también arroparon de alegría y ocurrencia sus días, allí, en Varadero había ocurrido un crimen, mataron por error a una prostituta, sobre este tema gira la obra y sobre la inolvidable “madama” ña Candé se sostiene gran parte de la narración. Era una mujer hermosa, que llegó del Norte. La recordé con devoción y está allí, con sus pupilas, con sus parroquianos, con sus costumbres, es parte de “Varadero, el burdel de ña Candé”.

–¿Cómo vivís el hecho de escribir narrativa durante un tiempo y luego encerrarte en un poemario?
Escribo mucho, tanto que hace dos años caí en vértigo. Sigo a veces con el mismo problema, pero igual sigo escribiendo mucho, sin descuidar la lectura. La escritura es un ejercicio permanente y depende de los estados de ánimo: en mi caso hay temporadas en que estoy metido en poesía y otras en las que voy directamente a la narrativa o al ensayo. Pero reitero, la poesía es una musa que siempre, permanentemente está llamando.


Publicado en el Diario La Naciòn
el 31-03.2013

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